A la amada madre
Bello y apacible lugar
La viña es la viña.
Es la viña de la vida.
Los eucaliptos perfumados
Como esencias de bastión
Saludan con sus copas al cielo.
En el fondo, en el fondo.
Alrededor el verdor diverso anima.
Lo mismo, a reojo
La galana y amada pradera.
Allí la vieja cantería
Las miradas esperanzadas albergan.
Las gentes sencillas
Desgreñando lo imposible
Ven caer las gotas líquidas de nostalgia
Y en lánguidas miradas del “amito” de ayer.
Ya los granos de las mieses, explotadas,
No se vuelven polvo
En lo tres molinos.
Hoy las piedras grandes
¿Dónde estarán?
Ya mi MADRE
Con su mirada de luz
No visita la “Casa Hacienda”
¡Ni nadie tampoco!
Ya los quipes del sabroso polvo,
En las espaldas de mi MADRE,
No pasean del campo a la ciudad
Ni de la ciudad al campo el panllevar.
Andrés Valdivia Chávez